II
Lástima, pensó Amelia mientras llegaba a la orilla del
rio, el tal Kravel era completamente divino, pero al parecer le faltaba un poco
de masa cerebral
-que nadie lo puede ver…-
Bufó mientras se apoyaba en un árbol que extendía sus
raíces sobre las rocas grises y mohosas del rio. Era ilógico que nadie lo
viera, era demasiado para no ser notado o poder pasar desapercibido

-maldita sea- murmuró cuando ante ella miles de
puntillos negros se acumulaban, estaba por desmayarse y era su culpa por ser
tan descuidada; sin comida, herida seriamente, caminando en plena noche con las
ropas completamente empapadas y de remate hacer a su patético corazón
acelerarse por un demente; sería imposible encontrar un refugio, y como había
pasado tanto tiempo lejos de su no hermano ya no recordaba los alrededores.
Solo rogó porque no terminara rodando hacia el rio crecido.
Vio que se desplomaba y ocultaba el rostro entre el
cabello húmedo, parecía como que fuera a dormirse cuando escuchó claramente que
maldecía y después se quedaba totalmente quieta y flácida.
Se había desmayado.
Y era de suponer; pensó Kravel mientras se acercaba a
ella; se notaba que las heridas le provocaban mucho dolor, el frío por esas
ropas mojadas bajo la intemperie de la noche invernal no sería nada bueno, y
por la palidez del rostro que aun le parecía ingenuo imaginó que no había
comido en bastante tiempo. ¿Por qué estaría pasando por algo tan drástico? ¿Qué
la había llevado a tal estado? Por primera vez en no sabía cuánto tiempo estaba
realmente interesado. Una pequeña llama se abatía en su pecho gritándole que
ella necesitaba ayuda, que él debía dejar sus estúpidas ideas de abandono y
desear nuevamente. Ahora tenía porque desear, tenía porque querer tener
contacto con alguien, poder anhelar una conversación normal; Cosa que nunca
había tenido.
Se inclinó sobre ella para cargarla y trasladarla a su
refugio pero recordó la mirada que ella tenía al verlo en su desnudez, no podía
tener a su primera amiga ante tal ser rudimentario… su primera amiga. La leve
llama que inflamaba en su pecho se tornó en miles de lenguas flameantes que le
llenaron el cuerpo entero, ella podía ser su amiga, debía serlo, tenía que
serlo.
Amelia sintió calidez que la envolvía.
Estaba moviéndose sin moverse; Podía notar el leve
movimiento del aire contra su piel. Alguien la movía.
Rápidamente abrió los ojos y se descubrió en brazos de
Kravel, en esos brazos fuertes que la acunaban contra el cuerpo macizo.
-¿Cómo te llamas?- dijo él de pronto al notar que ella
se había movido abruptamente
-¿Dónde me llevas?-
- a un lugar donde pueda curarte-
-¿Por qué?-
La mirada que Kravel le dio hizo que algo dentro de
ella se congelara, parecía verdaderamente ofendido por la pregunta que en
cuestión de lógica para ella era lo primordial; tenía ya confirmado que no
había que confiar en nadie, que nadie hacia algo por alguien sin la intención
de obtener algo; era la ley de la equivalencia, no puedes recibir algo sin dar
algo a cambio.
No entendía que ganaría el loco Kravel si la estaba
cargando, si pretendía curarla; Se sorprendió al sentir leves cosquillas ahí
donde las manos de él la sostenían; Y si pretendía cuidarle después de eso.
-¿porque me ayudas?- dijo mientras Kravel comenzaba a
subir una empinada colina en la cordillera
-porque quiero saber tu nombre-
-¿Cuándo lo sepas me dejaras bajar?-
-no-
De inmediato Kravel apresuró mas el paso y ejerció
mayor presión en el hombro izquierdo de ella y Amelia pudo notar el roce de la
tela contra su cuerpo;
Kravel se había puesto una camiseta, se había amarrado
el cabello de hilos plateados y a los rayos del sol, ya muy alto en el cielo,
sus facciones eran más asombrosas; era como ver aquellos sueños que iniciaron
su curiosidad meses antes, donde hermosos hombres habían sido tallados en
mármol, sus expresiones severas pero atrayentes, mostrando sus definidos rasgos
grandiosos en el mentón fuerte, los pómulos bien marcados como la mandíbula
varonil dando forma levemente cuadrada al rostro que portaba una nariz recta y
suavemente respingada a la altura justa para guiar la mirada a los labios levemente
carnosos y con notable severidad;
Es perfecto, pensó siendo consiente nuevamente de los
brazos que la sostenían, cruzando sus omoplatos y la parte posterior de sus
muslos.
-Amelia- dijo, mientras trataba de ver los alrededores
para poder encontrar un punto de referencia hacia el lugar donde había perdido
la conciencia. No podía confiar tan fácil en este loco, tenía que estar lista
para zafarse de él.
-Amelia… bonito-
A ella le recorrió un tremendo escalofrió en la
espalda al escucharlo decir su nombre con tanto deleite ¿era bonito en verdad?
Nunca le había puesto mucho caso a su nombre; un nombre es solo un nombre, algo
con lo que la demás gente te identifica… podría llamarse como le roncara la
gana y no cambiaria que ella no era una débil doncella, no cambiaria el hecho
de que no tenía que estar en esa situación
-puedo caminar- objetó al entender que no era correcto
lo que estaba pasándole
-no hay necesidad, ya llegamos-
Atravesaron una densa maleza, ramas colgantes de
árboles y arbustos; Aquella maraña verde y marrón no parecía terminar y Amelia
se sintió completamente estúpida al ver que Kravel esquivaba cada uno de los
obstáculos así como también evitaba que ni la más leve hoja la tocara;
Esto era demasiado, pensó la aguerrida herida, pero
cuando iba a protestar él agachó la cabeza para esquivar la ultima rama de
acacia ante ellos, sus rostros quedaron a milímetros el uno del otro y los ojos
de hielo de él taladraron en su interior como nada lo había hecho antes.
-ya llegamos- dijo él arrastrándose velozmente en la
cueva.
El lugar era bastante fresco aliviando en gran manera el
calor del exterior, Kravel caminó entre varios montones de cachivaches y bultos
de cosas que no parecían tener principio ni fin, pero aunque el lugar estaba
cundido de cosas era bastante acogedor.
Cerca del fondo; entre lo que pudo identificar como
cientos de lanzas en un gigantesco jarrón de barro rojizo y un enorme armario
tétrico que tenía la forma de una gorda mujer llena de púas; estaba una cómoda
cama con sabanas grises, él la depositó con cuidado en aquella mullida cama y
sin mediar mas palabra se movilizó nuevamente entre el mar de objetos amontonados.
Había tanto por ver en ese lugar: cajas de hierro
forjadas, pieles de diversos animales pegadas a la pared más alejada de donde
ella estaba, sillones de estilos variados, armas de diferentes épocas y
tamaños, dos armarios mas colocados de espaldas a la entrada como creando una
especie de privacidad, pudo diferenciar varios cestos arrimados contra un
perchero, estaban llenos de telas y reconoció que las partes de las paredes que
no estaban cubiertas de banderas, telas, cuadros apuntalados con remaches de
construcción y el resto de las cosas, eran perfectamente lisas, no era un cueva
natural, estaba perfectamente cincelada formando un rectángulo enorme en la
roca blancuzca.
-esto es una bodega- dijo cuando vio que Kravel salía
tras una biombo de tres paneles desde el lado contrario por donde se había ido
-es mi casa-
Él colocó una tinaja de porcelana con diseños florales
junto a la cama
-pon los pies aquí-
Amelia reparó nuevamente en que él estaba vestido;
La camiseta blanca se le pegaba a los músculos como si
fuera pintura en su cuerpo, los pantalones azul marino sin embargo le quedaban
holgados y un par de zapatos deportivos completaban el conjunto
-creí que siempre estabas desnudo- dijo sin pensar
Él no respondió, dando media vuelta y perdiéndose en
el mar de cosas otra vez, Amelia vio el agua humeante de la tinaja, no sabía
que estaba pasando, no entendía porque él era tan amable con ella
-pero si supiera lo que soy seguro no lo sería-
murmuró.
¿Qué estaba haciendo? Tendría que estar corriendo lo
más lejos posible de ahí o de cualquier lugar, no podía confiar en nadie; Por muy
loco o desnudo que estuviera.
No podía estar perdiendo tiempo, sus buscadores la
atraparían y la devolverían a la obediencia absoluta… pero viendo las
condiciones en que estaba no podría ir mas lejos que eso y ya que su plan de
ocultarse un momento y curar sus heridas aun era vigente fuera ayudada o no,
tendría que mantenerse alerta con el tal Kravel y esperar que en esos momentos
no estuviera comunicándose con los bastardos de la alianza.
Se logró quitar las botas provocando un fuerte
calambre en su pierna dañada, cerró los ojos y apretó la quijada imponiendo su
fuerza de voluntad ante el intenso malestar y de inmediato introdujo los pies
en el agua; era perfecta, ni muy caliente ni helada, ¿hacia cuanto no sentía
algo así? Ni siquiera donde su falsa
familia había sentido tanto alivio por un acto tan sencillo y en su prisión de
lujos no podría haber sentido nada más que el deber de obedecer.
Intentó mover los dedos del pie derecho pero le fue
casi imposible, en verdad estaba seriamente lastimada y la caminata no había
ayudado en nada
-¿mejor?-
-¡rayos!- gritó ella ante la aparición del hombre
-la dejo aquí- colocó una larga bata en la cama y sin
decir más se hincó ante ella; por respuesta Amelia retrocedió salpicándole con
el agua tibia
-tu pierna está dañada en dos partes, tendré que
enderezarla ahora-
Se puso de pie y se acercó al armario a los pies de la
cama, Amelia no pudo ver lo que contenía pero por el sonido estuvo casi segura
que eran botellas y cajas de metal que tintineaban y rechinaban en el afán que
él se tenía con ellas.
-puedo repararla yo misma-
-no, no puedes-
De inmediato una chispa brotó en ella. Había soportado
órdenes durante toda su vida; Fuera consciente de ello o no; Y se había
prometido que no volvería a hacerlo.
Que un loco le dijera que era una inútil, que no podía
caminar por si sola y que no podía resolver los problemas en su cuerpo era la
negación de todo por lo que estaba escapando, Así que sin más miramientos
apretó la tela aun húmeda y la desgarró con un fuerte jalón; por un instante notó que la vida se le iba ante el dolor que sintió en la rodilla pero
inhaló fuertemente mientras apretaba sus manos en ella y la movía con firmeza
hacia donde debía estar… lo último que vio fue el cabello plateado agitándose
ante ella mientras un extraño grito salía de su garganta.
El grito aterrador de ella lo hizo correr a su lado,
para ver como perdía el conocimiento ante el tonto intento de poner su torcida
rodilla en su lugar
-¡no!- exclamó sujetándola por los hombros.
Se había desmayado otra vez, pero era mejor que
estuviera así para lo siguiente. la subió completamente a la cama y observó la ropa empapada que la
cubría, no era prudente dejarla con dichos trapos y no podría esperar a que
ella reaccionara para que se cambiara así que terminó de arrancarle el
pantaloncillo, lo que provocó que la idea que tuvo en los matorrales
volviera a su cabeza al ver que bajo
aquella tela sucia y húmeda había piel blanquísima cubierta por un sutil
tatuaje que resaltaba en un tono mas rosado sobre su vientre, Inhaló fuerte
tratando de controlarse, tenía que sacar esas imágenes de su cabeza si
pretendía atenderla… atenderla se podía hacer de muchas maneras, sujetarla por
la cintura delgada y acercarla a él, arráncale también la camisa esperando que tampoco bajo ella tuviera nada
mas que se interpusiera entre sus manos… y lo que mas le alentaba era el pensar
que ella despertara, que lo viera, lo viera mientras la tomaba… No, no podía
hacer tal cosa; tenía que curarla, cuidarla, sería lo mas estúpido de su parte
si cometía la barbarie que venía haciendo por quien sabe cuanto tiempo; no se
sentía para nada orgulloso de su ridícula venganza, ahora le parecía la cosa
mas monstruosa que alguien pudiera hacer, ¿Por qué había hecho todo eso?